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Sextas Jornadas de Literatura y Psicoanálisis

 

LA FRONTERA  El antes y el después
Mitos, quiebres, el folletín de los argentinos


Apertura

Lilana Heer  Continuado discontinuo

“La transmisión se produce entre territorios con fronteras,
y son esas cosas que pasan por encima de la medianera, 
por decir así, sin destruirla”                  Juan Carlos Indart 

Este año, las Autopistas de la palabra convocan a escritores y psicoanalistas situando su mirada en La Frontera, el antes y el después, los mitos y quiebres que hacen al folletín de los argentinos. 
Sabemos que lo nacido en la lengua es silenciosamente inagotable, determina.
Atravesar, atravesar. Letras sedientas de humores deslizando anticuerpos polémicos, rodajas permeables al desacuerdo, tal vez arpones. 
Las preferencias suelen diferir, los hermanos no siempre están de nuestro lado. Creemos que un pensamiento estético es equivalente a la originalidad sin filiación, incita al desafío, exuda el carácter político de los márgenes en juego -sean espaciales, imaginarios o coyunturales. Saturados de poder, los decires inoculan linde, instancia de cristalización devenida paradigma a nombrar mediante metáforas pendientes de alambres, de nubes. El centro semántico se enriquece igualmente en la afirmación que en la negación.

¿Cómo se barajan las fronteras entre lo humano y lo humano? Semblante, personaje, encarnadura, canibalismo. “De cuando en cuando me convierto en animal”, escribió Wittgenstein en su diario el 29 de julio de 1916. Una proposición válida, no describe lo que está afuera sino lo que está adentro. 
Hay secretos por transparencia; quienes pueden hablar sin ocultar, impenetrables como el aire. A la vez, existe una manera irreversible: la propagación transformadora de escenas a salto de caballo. Encantamiento del folletín perseverantemente chupeteado. Ráptame en la gran noche azul de los mitos. Los hay antiguos, pero no eternos, pensaba Baudelaire. Modalidades que aventan el redoblamiento, zona de encuentro-riesgo, superficie más y menos plástica al cómo del trauma, difícilmente absorbible y, sin embargo, farsescamente travestida. Félix Bruzzone, Los topos. “Un hijo de desaparecidos -se lee en la contratapa- criado por sus abuelos arma su historia personal con palabras sueltas…” 

Escuchar, suponer, intuir, dudar, recordar, diferir, esperar. El infinitivo en acción. Impulso irrefrenable, tentación de permanecer y dejarse llevar por las estaciones del pensamiento. Les propongo una visita breve por los textos que elegimos cruzar, un tour literario que profundizarán mis colegas a lo largo de las Jornadas.

El decir generacional
Si bien “todo el mundo delira” según Lacan, la ingeniosa construcción de Pia López en Teatro de operaciones franquea esta metáfora recurriendo a maniobras de alta conexión crítica: complot, blasfemia, revoltijo de auras, caída de significantes amos. Con fluida inmediatez y desmesura, narra el montaje de un actualizado happening sobre Los siete Locos. Retorno y fuga. El acento en la fuerza política de los saberes bajos. “No hay don que sin falta venga”, escribe desde una lúdica posición que lleva a pensar en una tesis muy cara al psicoanálisis: “los no incautos yerran”.

Words words words: “Mi hipótesis se reduce a que Ezequiel Martínez Estrada fue, muy probablemente, el primer escritor argentino hombre que estructuró toda una novela en torno al problema de crear un personaje femenino pleno”, “Una mujer a medias (Marta Riquelme en William Henry Hudson y Ezequiel Martínez Estrada)”” de Charly Feiling. Ocurrente deducción a mano alzada sin escatimar la dificultad que implica abordar el Otro sexo. Lectura que focaliza  la cuarta ilusión de cada uno de los autores, marcando la distancia entre la Marta de Hudson: Karué- mujer bestia del campo, y la voz en primera persona que Estrada atribuye a su Marta.

La Anunciación. María Negroni establece un espacio de supervivencia itinerante: brújula del después. Encontrar lo buscado sabiendo que está absolutamente Shhh, No a la palabra perdido. Vivir en ese intento el fantasma de los hechos, su metamorfosis, escuchar a interlocutores escogidos de uno y otro siglo: Humbold – Athanasius, acompañantes creados por la pericia del sin temor a profundizar los márgenes entre desaparecidos y aparecidos.

Sexo primor, Pandora a primera vista, dominios y tentaciones 
Silvia Hopenhayn
hace visible la erótica de los años tiernos a través de intervalos variables. Produce superficies bajo ángulos de turbación extrema interviniendo los signos, exteriorizando privación: no hay comas en Elecciones primarias. La diferencia, entre tantas niñas un varón, “Su presencia fantasmal indicaba mi desarraigo no sé muy bien dónde”.

“La Vasca” de Miguel Briante. Estrategias de varones y mujeres en un pueblo de provincia, serie ilimitada: plural y del uno por uno. El significante faro es Buenos Aires de ida y vuelta: “Miré a La Vasca. No recuerdo haberle visto la cara; sólo las manos, casi transparentes en la luz amarilla, y el cuerpo reducido, tan distinto que me parecía verlo por primera vez. Me parecía imposible haber pensado que ella era mayor, haber vigilado la mueca experta de su boca…”  

Buenos Aires, Afganistan, Ana Arzoumanian, Atiq Rahimi. La mujer de ellos, The pacience stone, novelas publicadas en este siglo, anterior la de ella. Ambos, escriben desde ese núcleo de belleza irreductible en su triple vertiente, veladura / erotismo / crueldad. Logran el canto, la copulación del cuerpo con el lenguaje. Lo bestial de la fórmula religión, familia, propiedad, domesticada en palabras expuestas al lector que se atreva:

Los giros de la mirada, captura y cortocircuitos 
“Recién nos conocemos y ya nos mentimos”, Rabia de Sergio Bizzio. La serie mentir  habitará salones, escaleras, corredores, buhardillas, todos los recovecos de la mansión donde un singular “ocupa” se resguarda. Esconder, ocultar, expropiar; los maestros de la sospecha -Marx, Nietzsche, Freud- a la orden de María. Personaje polifacético advertido de su facultad inhibitoria activa, capaz de franquear innumerables obstáculos. María José: obrero de la construcción, enamorado, criminal, celoso, sutil, lúcido lector.

El protagonista de Long Beach de Noé Jitrik, experimenta la tentación de intercambiar-en pequeñas dosis- su estilo de estar en el mundo. Huésped en otro país, en otra lengua, de cara a la peripecia, el narrador, profesor, consciente de la no relación, persiste en su anhelo por eludir el sentido. Cero facilismo, cero necios ideales, fiel a Macedonio Fernández, se plantea: “¿Sería posible, por lo tanto, un relato de puras resonancias, de ecos, de restos, de equívocos, de intentos de comprensión inacabados y precarios, amenazados por la discontinuidad?”

“El otro cielo” de Julio Cortázar. Desde el pasaje Güemes a París, de la novia virgen al mundo libertino de Josiane. Fascinación, aventura, desdoblamiento temporal. Y pasaron las grullas… Aquello que le ocurría al joven corredor de Bolsa, años después le parece un escándalo. “Empecé a sentir que el barrio de las galerías ya no era como antes el término de un deseo”. Y algo más, se pregunta sin demasiado entusiasmo a quién votará cuando lleguen las elecciones, a Perón o a Tamborini.

De la tragedia a la comedia 
“La Internacional argentina”. Frutos de la utopía, autoficción contra el viejo nacionalismo. Darío Copi crea una organización de argentinos en el exilio dispuestos socorrer a la democracia alfonsinista. Paga la deuda externa y elabora un Manifiesto para promover un presidente en las próximas elecciones. Fogonazos paródicos, ironía mordaz, desparpajo, “el humor negro es muy negro, pero créame, no tiene maldad”. Montado sobre el Borges de los años treinta, hijastro espiritual del escritor, le inventará una hija bastarda para parodiarlo mejor. Del "gay saber" se desprende la virtud del bien-decir, una manera de soportar la falta en ser.

Mucho antes que Pound, frente a la duda de un adjetivo, Mark Twain indicaba tacharlo, escribe entre paréntesis J.C. Martini Real en Copyright. Sustraer bordes / suprimir / cortar el goce vacilante. Novela publicada durante los años de resistencia, la escritura como salvo conducto: “Caro lector. No quiero que la historia se pierda en adjetivos”.

Poéticas del maquillaje. Contrabandos 
La mamacoca, escrita por Libertad Demitrópulos durante el menemismo, más acá de la ficción. Los disfraces del poder, sus emisarios -jueces, senadores, ministros-, la mafia y sus membranas prostibularias. Tráfico en la frontera de las tierras rojas, mediación a través de una mujer (como es costumbre en la autora). Novela cinematográfica, culebrón documental: el ojo móvil en cada racconto. “La nueva frontera”, se llama el cine donde la niña Justina, ya mujer, confirmará el parecido con su abuelo contrabandista, “pero yo no me dejo engatusar”. Identificación que la empuja al más allá de las consecuencias, con el consabido resto amoroso ejercido en el crepúsculo del Nombre del Padre.

A semejanza de Camus, Susana Szwarc en Trenzas escribe un pentagrama del malentendido, extrae del desencuentro la palabra poética. Muestra lo que no se escucha de lo que se oye, lo que no se sabe, lo que sólo cree conocer quien está prevenido. Parece decirnos: sólo en la ficción de lo idéntico el bien y el mal visten un disfraz discernible. “Llueve tanto en la ciudad, en el pueblo, en los campos. Los capullos de algodón demasiado mojados ya no podrán crecer. Oro blanco perdido.”

César Aira, en Ema la cautiva, desaloja con astucia el verismo desplazando el combatiente foco “realista” característico de los sesenta. Construye un mito polimorfo en el que los valores se escurren como arena y los personajes multiplican oportunos bostezos. Una historia experta en no prometer nada, ningún intento por despertar, simplemente la acción narrativa y sus inevitables efectos.

Para terminar, voy a compartir con ustedes dos estrofas de “Escenario” de Jorge Consiglio, eco poético del concepto frontera:

Bajo el tenso aceite del sol,  
las empuñaduras
acumulan el salado sudor del desconcierto.
Es el más puro acontecer de una frontera remota.

Todo se resuelve en un mapa desértico 
jornadas de tierra. 
La llanura detiene su mayor aspereza
en el fondo secreto de las pupilas, pura frontera
La más pura frontera. Raya, marca enérgica 
de la carencia.

 

Horacio González

Ahora me doy cuenta que en todos estos años he venido a cumplir el papel de inaugurador. Por suerte esta vez he conseguido salir de la apertura de manera que me encuentro con las palabras de Liliana ya pronunciadas y entonces hay que admitir que estoy en una post inauguración.  Voy a mostrar nuevamente mi algo menos que desconcierto porque en realidad vine siempre, aún antes de estar en la Biblioteca, hace ya 12 años, así que mi desconcierto o casi desconcierto es más actual, real y renovable: proviene de asistir una vez más a este admirable intento de poner bajo algún tipo de insinuación temática homogénea un conjunto de escrituras y de formas de la crítica, tan diversas. En realidad debemos festejar y emocionarnos ante ese empeño eminentemente humano y previsiblemente etéreo que nos lleva a querer reunir un conjunto de textos tan dispares; a eso le llamamos también literatura y si extrememos la expresión lo podemos llamar psicoanálisis, también  a condición de que no le demos tanto rigor a esta expresión y a condición también de que rebajemos o aumentemos un poco el escaso rigor que tiene la palabra literatura o por lo menos le demos un poquito más de rigor y le agreguemos lo que le sacamos al psicoanálisis. Entiendo de este modo la idea de autopista, supone un tránsito quizás en vías paralelas o intersecciones .La palabra articulación que se usa aquí está tomada de un intento de conjugar distintos vocabularios como se percibe en el texto que acaba de leer Liliana. Vocabulario que registra insinuaciones textuales de diversos órdenes pero sin duda vuelve a sugerir que hay una espera del psicoanálisis respecto de la literatura y viceversa.

La idea de frontera, sin embargo, me atrae una manera equívoca porque se contrapone directamente con la idea de autopista, aunque ésta contiene la idea de peaje, pero no sé si llamar frontera al peaje porque el peaje detiene momentáneamente, sobre el supuesto seguro de poder seguir cumpliendo con un pequeño trámite impositivo, en la acepción con la que se usa en nuestras carreteras. Detiene por un momento, pero su función es recaudatoria, no detiene del todo y cuando por una especulación reglamentaria de instituciones que pueden ser la antigua vialidad nacional, se abren si hay una cantidad inconveniente de coches que se agrupaban, lo que los militares llamarían una frontera porosa atravesable pero no sin dificultades porque en realidad si lo pensamos bien esas casamatas son pequeñas porciones de Estado que están reconstruyendo la forma tradicional de circulación por las rutas, medievalizádolas, pero si en parte las aceptamos, no es con cordialidad porque nos hacen registrar un pesimismo sobre el andar por las rutas que nunca sabemos bien cómo interpretar. No hay más flujo on the road, hay segmentos entre casamatas feudales del gobierno, es decir, de los particulares que han recibido concesiones del gobierno. No me animaría a decir que el peaje es “tan” interpretable pero el uso que tiene la expresión, en el cotidiano del lenguaje, también indica la dificultad del vivir, la expresión pagar peaje tiene ya varias décadas en la Argentina, no muchos más, está inscripto en un lenguaje como una dificultad existencial, es decir, no se puede vivir sin algo que te detiene, sin una acumulación de detenciones  lindante con lo grave, a pesar de que se alza la barrera. Eso puede conmover, pues acaso sería una metáfora central en estas jornadas.

La idea de frontera sigue siendo inquietante, no sólo en una carretera que como vimos, como intento decir, es que lo que deja circular para poder imprim suaves interrupciones. La frontera suele tener una sensación más firme respecto de lo que interrumpe. En realidad podríamos decir que no hay fronteras porque hay naciones sino la inversa, hay naciones porque hay fronteras. Y la expresión frontera puede tener un aspecto virtuoso, en cierto sentido, y en otro sentido si se la logra traspasar con finalidad es ilegales. Puede tener un aspecto que convida a pensar que lo riesgoso aprecia una facilidad, pero al mismo tiempo casi siempre llaman las fronteras a régimenes de castigo, de encierro y de  sacrificio. El pasaje “normal” de una frontera siempre encierra un tipo de molestia casi imperceptible, que son quizá las verdaderas molestias. Las grandiosas molestias que ofrece el mundo contemporáneo las sabemos bien, pero aun cuando se nos interrumpe en una frontera de todas maneras hay una pequeña inquietud, la de mostrar los documentos nos obliga a decir quienes somos, se nos reduce a tener que exhibir una identidad fijada en papeles. Porque siempre somos alguien más en una pasaje de frontera, y en ese sentido la expresión, como cualquier expresión que alude a un territorio, al pasar a su condición metafórica arrastra consigo la idea de pasaje peligroso, de irrupción de una identidad que tenemos que saber declarar en el momento oportuno, y ser allí, seguramente el que somos, o coincidir con el rigor de los certificados, seamos quienes seamos. El verdadero placer sería no tener ninguna verdadera identidad. La frontera obliga al libertario a preguntarse porqué hay fronteras, había que anularlas, pero yacen en el pensamiento colectivo, inevitables.

Hay que pensar en algunas fronteras, absolutamente inevitable pensar en fronteras, diría el pesimista; quien quiera no ser pesimista tiene que obligarse a pensar que no existen las fronteras. Y algunos ingenuos, divinos ingenuos, siguen exclamando ese deseo añorado en las ventanillas de aeropuertos o en filas de automóviles en las salidas de un país. Por último me gustaría decir que es uno de los grande temas de Paul Celan que ha aparecido ahora en una distribución pública de libros en las escuelas secundarias, algo interesante porque, muerto Derrida, se deja de leer al autor que el crítico, que el filósofo consagra. Es una hipótesis, evidentemente no creo sea así, los libros de Paul Celan se siguen publicando, pero mientras vivía Derrida, y vivía Gadamer, que hablaban de él, otros filósofos también, pero nunca sabemos apreciar bien hasta qué punto si alguien fallece se lee de otro modo su obra. Un escritor en vida genera otro tipo de obligaciones al lector. Leer a los muertos implica también un pase de frontera, leer a Shakespeare por ejemplo, o  a Homero. De ahí viene la gran leyenda: No existió, lo escribieron otros, no lo escribió él, ese es el peligro de morirse. El peligro de morirse es pasar una frontera donde evidentemente somos todos sujetos a ser interpretados como que no escribimos lo que escribimos, lo cual hay que declarar que en la mayoría de los casos es una suerte (risas), pero para Shakespeare no es una suerte que se diga No existió. Y Tomas Mann, en cien años más ya se podría decir que no existió aunque algunos podamos hacer declaraciones efectivas que iba venir a la Argentina o a Brasil, no me acuerdo. La posibilidad lo hace más existente, que a Dowstoieski que nunca se propuso venir a la Argentina ni a Brasil, (¿por qué lo haría) (risas) ya estaba Roberto Arlt. Entonces, el Sciboleth, son cosas de Derrida, o Paul Celan escribía para Derrida o Derrida escribía también para Celan sus grandes textos, yo lo considero grandes textos: uno y otro se escribían y leían y eso hacía a la vivacidad de los grandes textos. Esta pregunta sobre la palabra Schiboleth que recogerá Derrida se puede hacer a propósito de la relación psicoanálisis literatura, poesía filosofía. El Schibboleth es una pasaje a la frontera, es célebre el poema de Celan, no está bien decir célebre, el que no lo conoce no le importa que yo diga que sea célebre, hay que reprimir a los que dicen es célebre. Buscan una pequeña comunidad de lectores que simultáneamente han leído lo mismo y lo declaran célebre. Pero si somos 15, 20,  500, no podemos generar celebridades entre tan pocas personas. Esa es una lección para el que dice: El célebre poema…En algún lugar, Derrida dice de la frontera que el Schibboleth… Que el Schibboleth es una expresión hebrea, judía o sefardí, no me acuerdo bien. No debería meterme a decir estas cosas sin recordar bien  de adonde viene la expresión. Del hebreo ¿no? Es un pasaje de frontera pero al mismo tiempo, la pronunciación en la sílaba si o schi supone un código de pasaje que quien no la sabe decir delata que es el que no debe pasar. Entonces la frontera se traslada a la forma de pronunciación, a una fórmula que exige al lenguaje que sea considerado como un sistema de contraseñas. O sea, el tema tiene una fuerte raigambre en nuestra imaginación o en nuestra capacidad poética, cualquiera sea la que tengamos, así que podemos ser redimidos por una poesía que sepamos escribir, que tenga una vigencia tan fuerte en nuestra conciencia.

Entonces vengo con mucho placer a estas jornadas para permitirme liberar de mi escritorio (que no es peaje, ni frontera, ni contraseña de paso) y un poco porque Liliana y Arturo me lo permiten y después es para declararme mi pasaje a la reunión general, abandonando el de inaugurador, pues como las jornadas se hacen cada dos años, tiene el carácter de mi despedida como funcionario (risas) y de este carácter de anunciador oficial de las Jornadas, pero no así con la esperanza de que sigan, cualquiera sea la suerte que corra esta biblioteca y el país, porque si las jornadas siguen, la suerte que corra el país y las jornadas y esta biblioteca fue el signo de que se pueden atravesar fronteras, que podremos seguir. Porque el país se hace de pequeñas cosas, las pequeñas cosas son tan importantes, escucharnos hablar, y son pequeñas y transferibles, que el crítico sea literato, que el literato sea el crítico, que se fusione el psicoanálisis con la literatura, y esas pequeñas cosas son magnificencias del espíritu. Pequeña grandiosa cosa, por eso, espero volver a este mismo lugar, seguir siendo el portador de este tipo de funciones macedonianas, anunciador o inaugurador oficial de las jornadas Autopistas de la palabra.