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Quintas Jornadas de Literatura y Psicoanálisis


Palabras finales

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Por Arturo Frydman

          Debemos dar por concluidas estas Jornadas, creo que abundan las palabras, pero me voy a limitar simplemente a un comentario general histórico de nuestras Jornadas.
          El dispositivo de las Jornadas está armado en función de cruces: cruzamos textos, cruzamos panelistas que son escritores y son psicoanalistas. A partir de allí se cruzan los panelistas con los textos, los escritores se cruzan entre sí, al igual que los psicoanalistas, para llegar al cruce entre los psicoanalistas con los escritores. Los cruces son acuerdos y son desacuerdos. Y toda esta cuestión funcionó de una manera diferente en esta Quinta Jornada porque nuestros cruces se cruzaron con las cruces que están en el pasillo de entrada.
Es decir que hubo algo de la inmediatez, de la urgencia de la efemérides, pero también una urgencia de lo que podríamos llamar el “estado de guerra” que se vive, que causado que se hayan mezclado los discursos, llamémosle de “la sabiduría”, con los discursos más dolidos, más sentidos, los discursos del fervor, de la pena y la indignación.
          Es decir, ha surgido, al decir de Perlongher, el Homos Histericus, en este ámbito que no es tan común que surja.
          ¿Para qué? Podemos también parafrasear a Fogwill y decir “hemos construido una autopista más”. Así como la madre de Fogwill hundió un barco, nosotros hemos construido una nueva autopista.
          Y tenemos que terminar agradeciendo, en principio, a los integrantes de este plenario, por su excelencia; agradecerle a la Biblioteca Nacional, a Horacio González, nuestro anfitrión y a toda la gente que trabaja en la Biblioteca, que colabora, y a toda la gente que ha colaborado en la organización de esta Jornada, y al público que ha ido circulando en estos dos días.
          Quedamos con palabras, con muchas preguntas, con ideas para ir pensando durante los años que vengan, hasta la próxima nueva autopista.
          Gracias a todos.