Liliana Heer
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©2003
Liliana Heer

 

 

 

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"La noche del sol" Tijeras: Lectura de poemas

 

los recuerdos asoman
oscilantes como racimos de nubes

alguien dijo haberse convertido en novelista
leyendo la trilogía de Beckett

Mientras asesinaban guerrilleros
oculto entre las ruinas de Tikal
Lo innombrable estuvo de mi lado
comentó Néstor Sánchez

nadie nunca hoy desmentiría
su obstinación por novelar con el absurdo en las entrañas
ni siquiera un jugador de talla rusa

en su última casa de San Petersburgo
funciona el Museo
un sombrero negro bajo campana de cristal 
manuscritos
fotografías
juguetes
dos mapas con el itinerario de Raskolnikov
caminando por la orilla izquierda del Neva

 

 


escuchando jazz
quemando dinero en la sobrenatural plenitud del martirio
con el impúdico hambre de la melancolía
y los temblores persistentes de la ausencia
un poeta le dedica a Carl Solomon su pesadilla
reflejos marinos bajo el puente de Brooklyn
shocks hospitales cárceles

vemos crecer una especie nueva
el artista
alejado del crimen por la debilidad de su voluntad
por el temor a la sociedad
no lo suficiente maduro para el manicomio
pero con sus antenas
curiosamente dirigidas hacia estas dos esferas

embeleso encantamiento
versos garabateados entre ráfagas de éxtasis
pieles rejuvenecidas por los vapores del opio
la espontaneidad de una conversación
cierta promesa a incumplir

en el súbito Manhattan gira
un cerebro ansioso por abarcarlo todo
máquina insensible ante metros y metros de cemento

Oh Carl, mientras no estés a salvo tampoco lo estaré

Pater Omnipotents Asterna Deus
dame ese pedacito de alucinación
para recrear la columna del tiempo


dormir
para despertar en una nueva frase
ulterior    inicial     inversa

intuir el manotazo de Carla Greta
arrancándose los pelos
entre pujos sanguinolentos
sorda a sus propios alaridos
sorda al berreo del miserable llorón

no parió sola
el engendro tenía padre
el padre con un látigo apresuraba la salida

singular conductor
terremotos carnales
salivazos
puñetas

poco hace un estómago cubierto de musgo
si la tropa conspira

arriba    atrás
si hay Patria hay Muerte

ocurrió Osvaldo
fue víspera de grandes cambios
en el orinal flotaba un escapulario

 

 

 

 

Michel Tournier
define la cámara fotográfica
en términos anatómicos
párpados    labios    falsas superficies

ahí donde la potencia seductora del iris
despliega

el diafragma suspensivamente mide
acerca
suelta

algo de flor y algo de esfínter

 

 

 

 

Es el día
en que todos se ríen con dientes de igual blancura
dijo Lezama Lima que decía Baudelaire

seguramente
un poema de Celan resonaba en su memoria

leche negra de la madrugada
la bebemos al mediodía
de mañana
la bebemos de noche
bebemos y bebemos

 

 

 

 

en Zoo
Viktor Sklovski
escribe un epígrafe en torno al vocablo serallo
pasea el canuto
donde las águilas residen parecidas a la eternidad
los murciélagos se mecen invertidos
las gaviotas de mirada fría
tienen aspecto de negociantes internacionales

 

 

 


en la portada de Besar a la muerta
la venus de Urbino
observa complaciente a los mirones

un insert no permite ver al animal dormido
ni a la mayor de las criadas
esa que en el cuadro de Manet
entrega a Olympia un ramo de camelias

volvamos a la Venus de Urbino
vincha   brazalete   flores
sobre las flores su mano derecha
a izquierda descansa en el pubis

lo negro impregna la mitad del cuadro

Eva Duarte de Perón merecía haber sido pintada por Tiziano
ni la reina Isabel estuvo rodeada en su muerte
de tanta majestad
le hace decir Horacio González al Padre Poggi     

 

 

 


cuenta Charly Feiling
el fin de la noche comenzó
en cierto lapso del Paleolítico
cuando algún genio gutural vio arder
unas ramas caídas sobre grasa de búfalo
 
ese fue el primer paso hacia la creación de la lámpara

etapa tras lenta etapa
el invento mejoró
hasta un trascendental enero de 1882
cuando se encendieron
las luces eléctricas del viaducto Holborn-Londres

desde entonces
hemos perdido contacto
con la noche material de la oscuridad
producida por la rotación del planeta
sobre su órbita alrededor del sol

sin embargo
nada ni nadie logrará ahuyentar
la noche del alma