Liliana Heer

Narradores

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©2003
Liliana Heer

Ida y Vuelta de Facundo
Sobre Notas sobre el padre en Facundo de J.C. Martini Real
Por Liliana Heer

 

El desvío de una frase escrita en otra lengua: “On ne tue point les idées”, revela un eje de ficción cuya autoría sitúa el lugar del saber, la transmisión, el padre, en el desafío implícito de lo negado, sitio en el que lo muerto está vivo como sombra, fantasma o retorno a través de la letra que legitima una historia. J.C. Martini Real toma esa frase como una de las tantas alternativas para desenvolver el texto crítico Notas sobre el padre en Facundo y crea su propia nouvelle.

Sigue a Facundo como se puede perseguir una veta de oro en la llanura, donde el oro es de los hombres aunque lo porten las mujeres porque es función de ellos alumbrar una genealogía. Quiroga –apellido materno del padre de Sarmiento- cae, no en el sentido que cae una identidad (Facundo Quiroga –Sarmiento Quiroga), sino dejando en el vaciado la red de causalidades que lo sostiene. La narración se pliega entre la duda de ser o no ser salvaje y la duda de ser o no ser el padre de sí mismo. Porque hay crimen hay padre.

Martini Real rescata en este libro el valor de la confesión de Sarmiento (Recuerdos de Provincia): “Jamás he conocido otra autoría más que la mía”, y hace hincapié en tres detalles: Sarmiento “se considera, literalmente, un niño predestinado por su gestación, al mismo tiempo que señala la partida de su progenitor y la vigilia incesante de la madre”. La razón es el método, el motor que posibilita completar el intervalo, abarcar una y otra orilla, las diez mil estancias (desmesurada cifra corregida por Alsina), pero este saber está fundado sobre una certeza, la predestinación: hijo gastado por la libertad de la Patria.

Hay dos variables que resumen los rasgos del padre y de la madre y una invariancia, fusión de lo que se apropia el sujeto narrante para erigirse en amo. Será más padre que el padre, padre inmortal, héroe o semidiós no pagano que determina el bien y el mal: civilización o barbarie.

Más allá de lo ideológico –señala Martini Real- esta antinomia sostiene la ficción de Facundo. No es que la razón haya vencido al mito, se trata del espacio euclideo que reprime una topología salvaje. Cuando se practican las dicotomías -un recurso permanente de Sarmiento- los cortes que siguen y los enlaces que cubren la antigua continuidad sólo pueden reemplazarse por el discurso impreso. Es posible elegir el camino, la ruta, el período o la oda, el tropel de morfologías caóticas ha sido atemperado por la ficción.

Lo escrito tiene un poder sorprendente: pone en suspenso lo legible y lo visible. Un libro cambia el rumbo de la historia. “La muerte de Quiroga –escribe Sarmiento- no es un hecho aislado ni sin consecuencias... es un desenlace político, como el que podría haber dado una guerra... Por la puerta que deja abierta el asesinato de Barranca Yaco, entrará el lector, conmigo, en un teatro donde todavía no se ha terminado el drama sangriento.” En el artificio de un texto, Rosas confiesa el supuesto crimen.

Acaso -esgrime Martini Real- una cuestión de honor, puro prestigio: “al que más se lo admira se lo combate. Las reglas son un proverbio del amor cortés, por eso el problema de la mujer está presente en todo el Facundo. La disputa por una ciudad –Buenos Aires- aparece como el núcleo previo o anterior al castigo por un asesinato... La ciudad es un decir que se dice a medio tono. Recinto de una mujer en la geografía de la lengua”. Ciudades como mujeres, relámpagos silenciosos, unas con salas encendidas y otras con el mismo diseño del laberinto prisionero de otro laberinto con el rumor de un gran horno. Ciudad revolucionaria y ciudadela, ciudad evocada con el sabor de un fruto cuyo nombre es difícil de olvidar. Se oyen voces femeninas atravesar la ciudad, nos alcanzan claras, como si sus palabras fueran emitidas tras las persianas. El sitio de la madre en el lugar de la producción, no sólo el telar sino los modales y la gesticulación, síntesis del significante fálico como señuelo.

Escenografía contrapuesta al dominio de Quiroga, caudillo americano que circula por un decorado literario análogo a la tierra prometida, modelo de una mercancía política, fetiche de compleja significación. Al decir de Martini Real, Quiroga es el autor de Facundo. Quiroga asesinado impone su expiación: Facundo se escribe para instaurar justicia. Una muerte presente en contraste al misterio ante el fallecimiento del padre de Sarmiento. Facundo implica una versión in crescendo, el propósito de imponer un cruce que obligue a torcer el rumbo de otra res pública. “El Facundo se debate a la manera de un collage, un híbrido genérico, que busca en lo biográfico su propio modelo de ficción... Un supuesto saber se desmorona en escombros y retazos, deviene bibliografía deshecha por el recuerdo que la incide, su foliado indiscreto, el plagio de un conocimiento que acentúa un robo paradigmático, la sustitución, un guiño erudito, el libreto de un pedagogo que habla al pie de la letra, de memoria, como una fe de errata sin confirmación.”

Debió haber crueldad en esa muerte espejeante del trazo de una escritura salvaje, sólo reconocida en la filiación por la pérdida, o más aún ante el éxito de la inscripción del crimen. Usar la muerte del padre a voluntad, prever los alcances de la acusación, adjudicar la falta, escribirla, sostener el convencimiento de la derrota del ciudadano. Anuncio y propuesta atemperada de una doble pertenencia: Facundo Sarmiento, un sujeto dotado de poder cuasi real, “No vaya el escalpelo del historiador que busca la verdad gráfica, a herir las carnes de Facundo, que está vivo; no lo toquéis”, insistía Sarmiento a propósito de la traducción al italiano.

Luis Gusmán fundamenta su prólogo a Notas sobre el padre en Facundo en ese mito primario: desde el Tigre de los llanos a Hamlet y de Hamlet a Caín y Abel, atendiendo a la construcción de Freud a partir de Moisés en la diplopía entre verdad histórica y material.

Entre la Introducción de Sarmiento y los proclamas de Quiroga, se apuesta la verosimilitud del contenido de Facundo. Alguien lo evoca, sombra terrible, para que revele el secreto que desgarra al pueblo y, hacia el final, esa sombra tiene voz, les habla a sus Compatriotas y a los Ministros del Santuario.

La primera persona es polimorfa, todo pertenece al registro de una verdad. Es posible descubrir bajo la poética y bajo la retórica el idéntico y renacido debate. Notas sobre el padre en Facundo inaugura una forma artística nueva, ingeniosa, precisa, artificio de grandes compositores: el cuento que se apodera del tramado simbólico implícito en la génesis de Facundo. Martini Real novela estas secuencias, y en este novelar convierte a Notas sobre el padre en Facundo en una partitura irreductible. La escena final es una estampa que reenvía al lector al punto de partida, despeja la señal del único encuentro entre el personaje Facundo y su biógrafo. Es el atardecer, desplumando al monte y Facundo recibe fuego en un braserito de plata. Ese cuerpo próximo al caos domina la convicción de Sarmiento. ¿A través de qué meandros, de qué juego de espejos situados en el tiempo lo vería para después de años convertirlo en su protagonista? Martini Real hace girar el texto como el saber gira en lo negado, subvierte y configura lo indecible bajo un ángulo no contaminado por la opresión, sustraído del contagio de la obediencia.

Entre ensayo o crítica literaria lo novelesco revela una interpretación audaz, si se quiere polémica, en torno a un clásico de la literatura argentina leído desde una perspectiva que desborda el mero encuadre sociológico o histórico. Si bien se contemplan esos núcleos o visajes, Notas sobre el padre en Facundo, como libro articula las supuestas claves de la historia a partir de una ficción que violenta su propia verdad literaria.

J.C. Martini Real: Nació en 194O en Buenos Aires y murió en la misma ciudad el 2 de enero de 1996. Publicó a partir de 1960 los libros de cuentos: El festín, Bichología, La carta al general y La conquista del imperio ruso. Publicó dos obras de teatro, El Mesías y La rutina de los días, la nouvelle Macoco, y una Atología de la poesía argentina. En 1980 obtuvo el premio Boris Vian por la novela Copyright. En 1991 publicó Notas sobre el padre en Facundo, ensayo, y en 1992, en coautoría con Liliana Heer: Giacomo. El texto secreto de Joyce, ficción crítica.
Dirigió las revistas literarias Meridiano 72, Latinoamericana, Revista de poesía y Pierre Menard.

Texto publicado en Suplemento Cultura, Diario La Capital,  16 de febrero de 2005, Mar del Plata.