Liliana Heer

Ficción crítica

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©2003
Liliana Heer

Percusiones 
Como si la ruptura desdoblara el espacio picoteando el lenguaje. Operaciones simultáneas, series, desarraigo.
Por Liliana Heer

Texto leido en las Jornadas Néstor Sánchez / Jorge Di Paola Instituto de Literatura Hispanoamericana de la Facultad de Filosofía y Letras, UBA
Oganizadas por Roberto Ferro
MALBA / Biblioteca Nacional, Octubre 2014

 

Néstor Sánchez y Jorge Di Paola comparten, no solamente por haber sido puestos en acto en estas jornadas, o acaso justamente por la lucidez de quienes eligieron la dupla, comparten, decía, una fraternidad trinchera. Sí, son francamente perceptibles algunos paralelos, la cercanía, esa cualidad de escritura en la que coherencia y fluidez pulsan espontáneamente el sonido. Leemos frases prestas a estallar como la voz de un clarinete, golpear los macillos de un piano; tempo, síncopa, laberinto alerta hacia patrones concebidos. Mientras algunos militantes de la “comunicación” sin arpegios galopaban retahilas imponiendo argumentos, Di Paola y Sánchez desataron novelas. Una política de la prosa con el ingenio autónomo de quien elige y vuelve a elegir hasta la desaparición; afirmar con una cierta sonrisa, como un paso de baile. Cavar letras mediante el uso de sintaxis figuradas en ningún manual, puntuación en desborde, vacunas anti explicativas. Néstor y Dipi parecen haber dicho: Si hay sentido, será para ahogar a los que creen en él, si hay sentido tendrá el rumor del deseo huérfano en cualquier espacio.

Primer nudo del primer nombre:
Sánchez, en Cómico de la lengua, de entrada injerta una frase que alude al tipo de apertura haciendo hincapié en la palabra lentitud. Ligero afinamiento instrumental, cadencia precedida por la salvedad que funda la voz de este  narrador móvil. Un narrador sin hábitos inalterables, no perteneciente a la tradición petrificada, como solía decir Néstor. “En todo caso una única frase indistinta que arranque con la palabra lentitud.” El autor, sabiendo concebir la escritura como ciclo de vida, promesa, secuencia respirada de una transformación, aproxima imperiosamente desde el arranque su idea de “lo imprevisible a constatar sólo después de la última página.”
Pero volvamos a la primera. ¡Repetición, ven en mi auxilio! Sí, dos, cien veces la misma palaba, nada de sinónimos como afirmaba magistralmente Borges. “Lentitud de ninguna manera fragmentaria o discontinua…”  Se trata de una novela, ha llegado el momento de enumerar fecha, hora, detalles sobre el lugar, posiciones, hasta introducir a la protagonista: Nacha Ortiz. Teclear experimentando el acatamiento del caos, esa alegría alquímica oro barro, aun sabiendo que todo está completamente dicho con sólo tener la paciencia de escuchar las verdaderas voces, dice Sánchez citando a Scarlatti. Vibración, estupor, constancia en el riesgo imprevisible de adherir al free jazz:
Nacha Ortiz, función teatral de un nombre propio. Mujer plegada a la lentitud de un acto que recae sobre el personaje desvistiendo ese primerísimo párrafo. Resonancia, el decir de los significantes cuando recorren pausadamente su espiral helicoide trazando la órbita del entredós. El juego está en otra parte.

Precedido por un cordial cartel que incita a entrar en el Capítulo I, Jorge Di Paola sitúa al lector de Minga entre el mar y el bazar de Cabral: imperio de la primera vocal. La vidriera refleja el afuera del afuera. Pablo tiene un telegrama en la mano, lo ha leído más de una vez, recibió una “terrible daga de letras”. Una fórmula con su entre paréntesis, no guión,  -un guiño, por las dudas repasar el espectáculo de la razón matemática, geométrica-.Inmediatamente asoma una pregunta beckettiana ¿dónde ahora? La única certeza es tener lengua en la boca. Morir, dormir, dormir, soñar, la muerte más segura sigue siendo la vida.

Pase sin compromiso.

Abrir el nudo, recurso joyceano capítulo XVII, técnica de interrogar al personaje. ¿Quién es Pablo von Paulos?  Una vez reconocido el terreno biográfico, ha llegado el instante de presentar al muerto: Gurú. Compacto telegramático reverberante: Playa de Ipanema, tormenta, decapitación. Simultaneidad anunciada, punto ardiente: mientras Vanda, la mulata seducida por el caer de Gurú, gestiona el traslado del corpse, Montaje paralelo: astucia por atravesar el tiempo. Pablo von Paulos está concluyendo su clase en la Universidad.

El paquete
Especular en la diversidad sin espejitos. Los podría del destino del “paquete” en Cómico de la lengua cuentan fragmentos de la peripecia, se lee ausencia cercana ampliando el angular hacia exterior Atlántico, exterior Chicago, plano de asiento de taxi, interior peluquería en Filadelfia hasta que sobrevuelan las gaviotas.
Un algoritmo puede cambiar intempestivamente de dirección, descontar: placer versus indolencia; acaso, mecer su opuesto activando el fervor al teclado. Palabra espacio palabra júbilo, espasmo de letras, timbal. Alejandro Kressel lo sabía, en la página treinta y cuatro su demiurgo, anticipándose, tuvo la agudeza de inocular algo nimio: fusión de presencia. 
La de Kressel, en pleno loquero de gaviotas. Una alusión menos frágil que la previa, sin punto y aparte. Escribe: Pude, incluso, dejar que me comieran las gaviotas con su loquero. Súbito disloque mediterráneo.
Poco después, la anunciación, anticipada también, de la caída y caída de las hojas más lo gris sobre gris más el ruido del viento en ascenso. 
Agendar, repetir el tono, leer libros al alcance del olfato sin sepultar iniciales.
A de Alejandro, hijo de holandesa y pastor protestante muerto en la guerra del catorce. Casi inaudita fidelidad a la desmesura.             
K de Kressel y su inusitada cercanía al Vístula. 
Kressel, a quien antes y después se le atribuirá una mujer; ambos en desencanto invertido.   
                                                                                                              
Teja
Durante los años en que las teorías del texto tejido pululaban por el saloncito cultural de la aldea porteña, Di Paola despojó al verbo de su conjugación imperativa y lo convirtió en materia. Dura sustancia capaz de volar, permanecer en un telegrama. Cuatro sílabas recorriendo trescientos veinte kilómetros de azar. Teledrama: Quien no le teme a la palabra no le teme al crimen, escribe el narrador.
Gurú se llama José, poderoso encabezamiento del mensaje, código adiestrado en tipografía legible: mayúscula, brevedad, stops.
La teja busca su víctima trae recuerdos al sobreviviente, imágenes sonoras, ráfagas curvadas insistirán en recorrer neuronas sedientas de volver a recorrer el circuito. Pablo, a quien está destinado el papel, se encuentra ante la dificultad de descubrir al menos la relación causal mar-teja, de ahí su conjura por el más de una vez de los signos que lo llevarían a entender, esto es equivale a salir momentáneamente del imposible sin ley.

¿Y la casualidad?                                                                                     

Hay una Natacha Filipovna esperando que llegue la noche. De cita en cita, la risa de la rica rusa guaina porá, esperará ¿en bazos de otro? Y aquí aparece la flo  paródicar: “Este Autor -con mayúscula-  no tiene dificultades para manejar dos personajes al mismo tiempo, si no se cumple la unidad de lugar aristotélica o vulgar.”

Diálogo inmemorial
Di Paola: -Me dicen que quedamos pocos, dar vuelta un guante es como mirarse al espejo. Cambiar de lado y creerse que es uno…
Sanchez: -¿O sea que cualquier vida puede ser contada en diez minutos?
Di Paola: -No querría cortar ese silencio tan decidor.
Sánchez: -¿Diez minutos para correr a contraluz de una memoria irrisoria, enfatizada?
Di Paola -¡Minga que la llanura dice todo en el diámetro de los brazos abiertos!
Sánchez: -Sólo seiscientos segundos para admitir limpiamente que incluso seiscientos segundos más representarían un abuso ilimitado de confianza.
Di Paola: -Sin dudas, la cantidad está contra el amor.