Liliana Heer

Artes combinadas

<


©2003
Liliana Heer

Juegos de lengua en Sexton y Blake de Leónidas Lamborghini*
Por Liliana Heer

II Jornadas de la Lengua 
La lengua de los argentinos
Historia y situación actual
Noviembre 2011

Es inolvidable el entusiasmo de Leónidas combatiendo la distorsión con una distorsión multiplicada, el desdén hacia siempre lo mismo, ese deseo aventurado de encontrar una voz, un estilo de no tener estilo por ir más allá del tope. Su pasión por el hacer político de la risa en vertiente baja y alta: dirigida a la justicia, a la exclusión, a la “culturra”. Su poesía juega al mango con el humor abre grietas de la gauchesca, el sainete, el peronismo. Difícil olvidar los obstáculos, la distancia cada vez mayor entre los escritores de su misma generación, la soledad, el riesgo de lo singular.    

Sobre Últimos días de Sexton y Blake, su hija Teresa en una entrevista de Ana Porrúa, narra el modo en que fue escrito: "Basta, ya no quiero hacer con la palabra y la palabra me insiste". “Leónidas en estado de gracia dicta/ pide que le lea lo que me llevaré para pasar en limpio/ llama por teléfono para que vaya inmediatamente, si tardo en llegar tal vez ya no recuerde el diálogo entre Sexton y Blake/ arma El altar de la infancia en una especie de ping pong de sobremesa consigo mismo/ le pregunto qué aventura nos tienen Sexton y Blake hoy, después de un rato dicta: (nada)/ intenta ser condescendiente, dice: está bien, hoy no empieza Sexton, hoy abre Blake; al otro día cambia... cambiemos: que siempre empiece Sexton!/ hoy se siente peor que nunca: anotá: lo que fluya.”

La entrega completa de este libro tiene trece capítulos de ocho párrafos cada uno, más ilustraciones de Adriana Yoel que preceden y coronan momentos claves de la epopeya. Seguramente algo significan esos números, pero basta de sospechas, dejemos el enigma para Sherlock Holmes.

Dibujo 1: Mientras tanto, vemos a Leónidas Blake en robe de chambre, con pipa y sin bigotes.

Sexton y Blake es la puesta en marcha de una estrategia paradojal, acción de escandir, duplicar, demoler distancias entre escritura y experiencia, tensar el bajo fondo en la sensible superficie con los pedales de la “y”. Según Deleuze, la “y” no establece relaciones ni es realmente una conjunción. Abraza todas las relaciones, es lo que les permite derramarse más allá de sus límites.
Anulada la diferencia entre nombre y apellido, Sexton y Blake conservan el paisaje del pasado en la inmediatez de un presente que los precipita en acordar y diferir con el otro, con los otros o consigo mismo. “Son dos amigos, dijo Leónidas en una lectura -como el Quijote y Sancho Panza, se canta siempre con otro: la poesía y su doble”. Resuenan personajes de Bekett, Flaubert y más, cada uno completará el vagabundeo de diversas parejas artísticas y literarias. 

Dibujo 2: Tapa,  Guadalupe Posada, Calavera Las Bicicletas. - el exilio, pedalear por el dorado encuentro con el barroco mejicano y sus tópicos clásicos: festividad, muerte, decadencia.

Piruetas de consciencia superior -reino de ondas alfa. Hemisferios conjugados, Sexton y Blake crean diminutos inserts, siembran entrelíneas potenciando alusiones de registros múltiples.
Late el despertar de Stephen en el “despertar agitado” de Sexton. Es infaltable la presencia de un espejo en el fan de Joyce y Lewis Carroll. Buceador de sonidos, adicto a jugar con la palabra, es el lenguaje lo que mueve este guión, nouvelle, ensayo, relato, texto inclasificable.
En un tabuco opuesto a la espaciosa Torre Martelo, los muchachos reanudan operaciones con la fe y el rostro. ¿Qué herida no es guerra? Ah, el olvido, Sexton durmiendo se arañó la cara, pero el amistoso Blake, burlando la prescripción del narrador -“Guantes de látex: utilitarios”- limpia las heridas con saliva y se plantea un desafío entre creer y ser. Sombras de humor palpitan, los grandes temas se barajan a ritmo cotidiano sobresaliendo como piezas dentarias en crisis. Por un instante, locura y felicidad están hermanadas, pero el “si creo que estoy loco, estoy loco” de Blake, advierte sobre el engaño de creer en cualquier cosa: pinches efectos de sugestión. Lo singular y lo colectivo plasman literalmente en el gesto cara de póker.

Dibujo 3:
Leónidas en oblicuo nos mira, y desde otro ángulo se lo ve mirándonos desde el espejo. Perspectiva a lo Magritte en “La reproducción interdicta”. Doble mirada, una advertencia ante la mirada miope, la lectura que se queda ahí no más sin ver qué es lo que se ve. Pende en el espejo un detalle, “El guante rojo” de Giorgio de Chirico.

“Cuando estamos escribiendo, creando, alucinando, desdoblando, estamos en otro mundo, estamos locos -decía Leónidas- porque tenemos una relación con la realidad muy particular. Hay que hablar de locura”. Esa locura que al mismo tiempo él diferenciaba de la otra –la que no tiene posibilidad de volver a su orilla. Concepto equivalente al que Lacan expone sobre Joyce en el Seminario 23 El Sinthome.

Dibujo 4:
En versión Yoel, la ilustración de tapa del semanario TIT-BITS presenta sillas, un tablero mordido y dos animales, uno enunciado en la palabra Yacaré, otro dibujado: el perro Dudo (sólo por una ocurrente vocal difiere de su perro Dodo, siguiendo la fórmula: “Un adjetivo, una coma, un entrecomillado hacen lo suyo”, L.L.).

Afectos y efectos.  “El Galgo” que en el diálogo entre los amigos siempre los alcanza, no es una raza de perro aunque por la efectividad comparta el pedigrí, se trata de la angustia, afecto veloz que no combaten con medicamentos, prefieren otra alternativa: desencadenan imágenes suicidas para sentir libertad. Cuando lo feliz asoma es tiempo de sortear brechas. Han inventado el “ajedrez suicida”, distante de la violencia del ajedrez onírico de Carroll pero igualmente onírico en el salto del tablero físico al diagrama. Sentados de espaldas hacen movidas en el aire, dos estrategas, dos directores de orquesta. Obviamente se divierten de las fachadas del éxito, anulan los conocidos modelos de funcionalidad utilitaria y por ende los gradientes degradantes. Hay un para todos: el jugador jaqueado vence y ambos celebran el suicidio del rey en tono bekettiano: fracasar, fracasar mejor.
“Hay días”, empieza una canción serbia, hay días en que los niños septuagenarios se recogen. En el capítulo “El altar de la infancia” -al que se refirió Teresa Lamborghini- no hay diálogo, sólo reminiscencias sobre la disposición de ciertos objetos: arriba, abajo, a la derecha, a la izquierda, al fondo, en el medio. Como si el orden estragara, los protagonistas sólo pronuncian una palabra a dúo, un sustantivo fuera de la serie que da pie al narrador para pintarlos alegres e introducir un recuerdo de acción.

Es interesante el dibujo 5, que acompaña “El altar”, tiene el hallazgo de cambiar espacialmente lo interior en exterior. Presente la mano que escribe. Hay huellas de un solo pie, dos figuras avanzando, sombras y variados elementos que anticipan lo que vendrá.

Quizá se trate de un guiño hacia el capítulo “Fantasmas en la madrugada” donde al estilo de un guión cinematográfico la escena es Exterior-noche, con descripción de barrios prepotentes, abundancia, brillo, edificios en torre. Los muchachos eternos urden humoradas, bromas de acción y desmentida en un vértice que desnuda los ingenuos artificios de la seguridad, esa falsa consciencia inocultable.

Dibujo 6:
Leónidas Blake y Leónidas Lamborghini: retorna el guante de Chirico que se veía pender en el espejo (Dibujo 1), ahora sobre un tablero. Comienzan los bucles de palabras así como la superposición de objetos. Todo en primer plano con su propia perspectiva.

En “Una aventura” Leónidas parece decirnos: el humor es inseparable de la pasión selectiva. De todas las novelas, Moby Dick es leída por Sexton y Blake. Expuesta la riña entre sentido y sonido, esa vacilación domada por la “y”. A libro cerrado, en oposición a “la herida que no cierra”, los protagonistas apoyan el oído sobre el libro intentando captar el rumor contenido en esa caracola. Viento, lluvia, tormenta. Buscan durante la mañana, buscan durante la tarde un ejemplar y por la noche regresan al tabuco, el oído apoyado sobre Moby Dick, un mar de palabras. Bousquet hablaba del humor actor, asignándole propiedades de “edificar entre los hombres y las obras su ser delante de la amargura”. El ser dignos de los que nos sucede tan lamborghiniano.

Dibujo 7 y 8: No hay figura ni fondo, insisto, todo está en el mismo plano no sólo a nivel material sino filosófico -spinozeano-, es la metamorfosis de una figura en otra. Se sustituye la secuencia por un plano fijo -viva la inmanencia- en el que todas las cosas se mueven. Podemos observar este tratamiento antes y después de esta lámina; conjunción entre la escritura de Leónidas y los dibujos de Yoel.

¿Qué hacer con lo que sobra?
Una manera de crispar la exégesis, comodín de modos, signos y señales, un modo de sonreír ante el punto catarático del sistema panóptico. “La huella equivocada” podría ser leída como una parodia de “La carta robada”. La escena se presenta en variable opuesta, el rastro aquí está a la vista como único objeto y la serie: persecución, búsqueda, fracaso, absurdo, concluye en: no atreverse a borrarla.

Dibujo 9:
Aparece por única vez Leónidas con los ojos cerrados,–un ejercicio de resonancia, es imposible borrar huellas, entran por la ventana.

Baudelaire tradujo a Poe, la huella como la carta está a la vista aunque sea inexplicable que se encuentre en el tabuco. Leónidas cita en el epígrafe a Baudelaire, ésta sería la segunda vez, lo hará una tercera en “Taller de poesía”. Lógica Carroll: lo que se dice tres veces es verdad. Posiblemente, como en Néstor Sánchez -autor de Cómico de la Lengua- la Ley de tres prolifere inquietando espejismos y doblajes.

Dibujos 10:
La banda del buitre negro. Guadalupe Posada again. Hay otros posters de época, Rocambole, publicidad de Geniol, Chaplin... Leónidas saluda a los autómatas –entra George Grosz.

Cómicos por intención, así son definidos Sexton y Blake, por potencia de rasgo supera obstáculos. Es rutina en ellos buscar formas, inventar posibilidades, incluso de lo que no hay. Insisten ante el No geométrico, ante la letanía de la cuadratura del círculo; frente a ese tradicional problema salpican la secuencia con palabras de tradición como fanal y lampo. Repetida esta última, también la búsqueda de ese estado de inefable contento, un corte de manga a las sombras del pesar en “Taller de poesía”. Qué mejor pantallazo que un cuarteto, reverencia a Darío, Almafuerte, Baudelaire, Discépolo- para el suspensivo armado del último ejercicio:

“Somos como ruinas,  
      que fatal caminan,
   hacia el hoyo donde
      el misterio afonde.” 
            palabra síntesis, compresión de au fon de             l'inconnu- C.B.

Los malabares del humor descarrilan sentidos. A propósito de cuartetos, Leónidas contaba una anécdota del día en que Ravel estrenó su cuarteto de cuerdas. Hay puntos en común entre el revolucionario compositor incomprendido y nuestro poeta. Una señora, después de escucharlo en el estreno, le dijo: -Usted es un loco. Y Ravel a pleno humor le contestó -La felicito señora porque usted ha comprendido.

Dibujo11:
Leónidas de joven, manifestación, Dodo.

Eliott, además de escribir Los cuatro cuartetos y ser uno de los diez autores elegidos por Leónidas en el año 2007, prologó en su pubertad un libro sobre Savonarola, el reformador que prefirió no sacar las patas de la fuente, luchando desde adentro contra la estructura jerárquica de la iglesia romana. En “La gran ilusión”, el narrador expone los reveces del templo, encarnando al monje Savonarola en el dirigente de una secta blasfema admirada por la pareja de amigos. “Parecido que no es lo mismo, lo mismo pero parecido” dice Blake. Se trata de Samarella, un profeta de la distorsión acostumbrado a trasmitir: “Mal x Mal = Bien”. Este último doble, también fue perseguido y excomulgado, pero lo cómico no estuvo ausente de su desdicha. Logra dar una vuelta de tuerca por muerte repentina. Siempre hay oportunidad de hacer pensar al equivocado. Si en un chiste póstumo sobre Samarella, éste convence a Dios, el autor parece decir: la gran ilusión no está  perdida.

Dibujo 12:
Las calaveras pedalean en medio de la ciudad.

Dibujo 13: Otra de las pasiones de Leónidas era el cine mudo. Chaplin-Fin

* Últimos días de Sexton y Blake con ilustraciones de Adriana Yoel
Paradiso poesía, 2011

---